Los halcones peregrinos de La Habana van a comer palomas. Es ley de vida. Esto, sin embargo, los pone en contradicción con los palomeros. Son enemigos. Reacción comprensible. Para quienes tienen este ancestral hobby, un buen ejemplar de buchona es una mascota, un individuo para admirar. Que un halcón lo atrape, puede ser para ellos imperdonable, y cuando eso les pasa o lo escuchan, se preparan para enfrentarlos.
La persecución y captura de la rapaz incluye el uso de escopetas de aire comprimido para la pesca, mallas y hasta las mismas trampas que se colocan en las azoteas y balcones para capturar a individuos de otros palomares.
Nadie puede negar que las palomas sean animales valiosos. Encontrar estrategias para volarlas con éxito es fundamental. Para los estudiosos que han colaborado con el reportaje, entre las medidas que pueden adoptarse para evitar el ataque está no soltarlas en días fríos o nublados. No obstante, explican, ellos tienen que comer. Y van a comer. Algo capturarán.
La animosidad de algunos palomeros hacia Falco peregrinus requiere fomentar la coexistencia pacífica entre aquellos y estos. Es necesario negociar el conflicto, redoblar los esfuerzos para una mejor convivencia entre la vida silvestre y los aficionados a la colombofilia (cría de palomas mensajeras) y a la colombicultura (cría de buchonas o deportivas) en La Habana y demás ciudades y poblados donde pudieran invernar.
¿Qué hacer? La respuesta corresponde a todos. Encontraremos las claves a través de un debate civilizado y plural y en el estudio e intercambio de criterios, tanto entre científicos y ambientalistas, como entre palomeros, o como entre ambos grupos.
Mas no solo de palomeros va. Se necesita una actitud responsable y armoniosa general, en especial de quienes hacen caza cinegética, de los campesinos con armas de fuego, y de todos los que crían aves, tanto de corral como «ornamentales».
Por suerte, tras el episodio del DDT en el siglo pasado, Falco peregrinus se ha recuperado y ya no es una especie en peligro. Mas se mantienen muchas medidas para su protección.
En España —nos comentan Torres y Rodríguez—, la captura de un peregrino se multa con 5 000 euros, y en Estados Unidos es un delito federal. Aunque la mayoría de la población cubana tiene una actitud y una sensibilidad hacia la naturaleza, no es menos cierto que no son pocos los que atentan contra esta.
Como los estudiosos que nos asesoraron, creemos necesario adoptar medidas más claras y severas para controlar y reprimir a quienes depredan nuestra riqueza biótica y abiótica.
Regresen pronto
Los halcones peregrinos vinieron, vieron, cazaron… ¿Y se fueron? Esperamos que sí. Y que regresen.
El pasado 9 de marzo, jornada en la que al entregar este reportaje a la Redacción nos retiramos de la Bahía de La Habana, donde trabajamos muchas tardes por varias semanas —principalmente el fotorreportero—, nos fuimos con una preocupación: Ginger no había aparecido desde hacía cinco días.
¿Ya habrá emigrado? Queremos que sí. ¿La habrán cazado? Esperemos que no. Lo cierto es que en los últimos tres días de nuestra labor de observación entre las 4:30 de la tarde y el oscurecer —período en que la pareja cazaba allí—, Fred no capturó ninguna presa. Se limitaba a planear sobre el edificio de La Marina, como si estuviera esperando.
Los halcones peregrinos son un elemento fundamental en la regulación de los ecosistemas, porque eliminan animales con problemas e incluso ayudan a controlar a las palomas asilvestradas que, como en La Habana Vieja, pueden convertirse en plaga si crece demasiado la población.
Ginger era poderosa. Una hembra que ponía las reglas del juego cuando llegaba a la Bahía, un poco más tarde que Fred.
Otra cosa nos inquieta. Si según la investigación de Rodríguez unos 16 peregrinos pudieran haber sido eliminados en los últimos años en La Habana, y si las hembras son las más exitosas capturando palomas, ¿no habrán sido ellas las más perseguidas y capturadas? Si fuera así, no solo estaríamos hablando de unos 16 ejemplares, sino —tal vez— de muchas reproductoras.
Cuando se mata a una hembra también se elimina la progenie que aún podía criar durante su vida fértil. Esperemos que Ginger no haya engrosado la lista.
Nota: Agradecemos el inestimable apoyo que recibimos para este trabajo de Magda Resik, directora de Habana Radio, y demás trabajadores de la estación, en especial de Eida Gallego; así como de Norma Jiménez Irádiz, directora de la Casa de la pintora venezolana Carmen Montilla Tinoco, y demás trabajadores de la institución, en especial de Helen Márquez Peña. Gracias por ofrecernos sus instalaciones para el trabajo gráfico.
Y cernícalos también
La permanencia durante la temporada invernal de una pareja de halcones peregrinos en la Bahía de La Habana estuvo acompañada por otra de cernícalos.
Durante su trabajo gráfico, el fotorreportero de JR captó numerosas imágenes de los mismos, desde cacerías, rituales de cortejo y apareamiento. Charisse y Kelly por supuesto que evitaron volar próximos a Ginger y Fred, pero allí estaban, cerca unos de otros en la Plaza de San Francisco de Asís.
El profesor Orlando Torres explica que el cernícalo (American kestrel) tiene una amplia distribución continental, desde el sur de Canadá, las Antillas, hasta América Central.
«Entre las rapaces de menor tamaño, su dieta se compone, en lo fundamental, de insectos, reptiles y aves pequeñas. Representan una especie muy adaptable, pero en lugares muy contaminados su presencia disminuye.
«Son cazadores crepusculares, atraídos por la manifestación de insectos en ese momento, y también capturan gorriones. Como el peregrino, el cernícalo es una especie con dimorfismo sexual, es decir, la hembra es más grande que el macho.
«El color del plumaje va de claro a rojizo o una combinación de ambos (el que más predomina aquí es el morfo intermedio), y poseen en la espalda un manto gris acerado.
«Los cernícalos abundan mucho en Cuba, aunque no siempre permanecen aquí. Son bimodales, pueden estar todo el tiempo o emigrar, en especial en la época de cría, cuando viajan hacia territorio de Estados Unidos.
«Nidifican en oquedades de árboles, como palmas a las que les cayó un rayo, o en nidos abandonados por los carpinteros. En las ciudades también lo pueden hacer en espacios que quedan en los techos, como los que dejan las celosías. Ponen de tres a cuatro huevos, pero por lo general crían dos pichones. Estos pequeños halcones cuidan muy bien a la prole».