Por Emilio L. Herrera Villa
El Covid-19 ser el puñetazo en el rostro que tanto nos hacía falta como especie.
El ser humano a medida que desarrolla y complejiza su existencia avanza de forma implacable.
Profana la fauna sin detenerse en las implicaciones a largo plazo.
Contamina el aire, los suelos y el mar. Saquea. Engaña. Somete. Y dedica un montón de tiempo a cubrir o fundamentar estos actos.
Todo ese engranaje carbura hasta que, un colapso como el Covid-19 nos pone a pensar si es hora de frenar las ambiciones y desmontar las teorías que la respaldan.
Ese impacto seco del Covid-19 nos deja dos soluciones visibles:
Cambiamos nuestra actitud autodestructiva o respondemos al planeta con una violencia extrema.
Las notas más inesperadas y positivas del brote de coronavirus llegaron a través del medio ambiente.
Mientras las personas permanecían en sus hogares, la vida silvestre se adentraba en “territorio humano”, atraída por el silencio y la soledad que predominaban en las urbes confinadas.
La fauna indómita de las periferias aceptó la tregua para pasear por cielos y calles de todo el mundo.
Guacamayos se posaron en las cornisas de un edificio en Medellín, pavos reales trotaron por las arterias de Madrid,
jabalíes husmearon en Barcelona, cabras recorrieron Chinchilla (Albacete) y patos flotaban en las fuentes de Roma.
Precisamente en Italia, cámaras de celulares captaron cisnes en Burano, a pocos kilómetros de Venecia.
En la bahía de Acapulco un grupo de delfines dejó una estela bioluminiscente en su paso nocturno por aguas mexicanas, hecho que no sucedía desde épocas sin turismo y sin la contaminación que trajo consigo.
No obstante, biólogos y organizaciones como SEO/BirdLife argumentaron que
“Estas decenas de imágenes, vistas y compartidas por miles de usuarios en las redes sociales, “no es nada nuevo ni nada raro”.
Si bien aumentó el número de avistamientos, nos centramos más en ellos debido a la propia “inmovilidad” de la cuarentena.
Lo que sí debería ser un suceso a celebrar por todos, al menos por ahora, es la prohibición temporal del comercio de fauna silvestre impuesto por China
“Está prohibido criar, transportar o vender todas las especies de animales salvajes desde la fecha del anuncio hasta que termine la situación de epidemia nacional”,
La voracidad por animales exóticos ha estado muy imbricada a la cultura china a lo largo de la historia.
Muchos se degustan como manjar, mientras otros se consumen como medicina tradicional, como supuesto remedio para la impotencia masculina, la artritis y la gota.
Este mercado, que demanda y acapara especies de toda Asia, negocia con más de cinco mil 500 variedades de mamíferos, aves, reptiles y anfibios.
Según cálculos, tan solo el comercio ilegal de animales salvajes genera cada año 20 mil millones de dólares en ganancias.
Ponerle freno a esta trata no solo devendría en panacea universal para la fauna, ya que muchos de estos especímenes están amenazados o se encuentran cercanos a la extinción
Sino que, además, fungiría como coraza natural para nuestra existencia, pues se conoce que más del 70 por ciento de las infecciones emergentes en humanos derivan de animales.
Justamente, tanto el SARS-CoV-2 o Covid-19 y enfermedades anteriores como el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS) y el Síndrome Respiratorio del Medio Oriente (MERS), podrían tener en el salto interespecies la causa de su aparición.
Sería ejemplarizante que China hiciera permanente la prohibición del comercio ilegal y el consumo de animales salvajes
Tal y como propuso el pasado 24 de febrero el Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional (APN), máximo órgano legislativo de ese país.